domingo, septiembre 21, 2008

En búsqueda de la calidad perdida II

Aquí va la segunda parte de ¿EN BUSCA DE LA CALIDAD PERDIDA? de Daniel Carlos Briet Planells
Universidad de Almería (España)

1.3.2 Modelo Social-demócrata
Dentro de una democracia y desde un modelo social-demócrata, la educación ha de ser universal en la infancia y la juventud, para que las personas puedan formar su propia identidad, una concepción moral individual y social, una conciencia crítica en una sociedad democrática en la que sus valores deben ser defendidos y ampliados cada día, dado que en democracia, la educación no puede ser en ningún caso una concesión, sino todo lo contrario, un derecho, donde la exclusión sea un anacronismo vencido por la participación y nunca un privilegio de las minorías, sino un atributo de la ciudadanía y de la colectividad que conforman en su conjunto esa democracia (Álvarez Méndez). No hay que olvidar que ya hablemos de educación o de otro tipo de contexto, siempre que este dentro de un proceso democrático, deberá ir junto a una inclusión que valore más la complejidad que la conformidad y que requerirá recursos, ya sean culturales o materiales, para aquellas personas que se encuentren en peligro de exclusión (Connell), por lo que la escuela deberá ser un lugar de participación que discrimine positivamente a quienes provengan de un origen desfavorecido y un contexto que les haga partir con desventajas.

Para Giner de los Ríos, las guerras se forjan primero en las mentes de los seres humanos, para lo cual habrá que luchar contra una ley suprema del beneficio desde la propia lógica del mercado y del neoliberalismo, tomando para ello de la filosofía de los Derechos Humanos y del ideal democrático (Alcalá, M.), los valores sociales de justicia y de igualdad, capaces de frenar el estado del bienestar y de políticas favorecedoras de los más desprotegidos de nuestra sociedad, puesto que tal como señala Connell, en una sociedad democrática, la educación tiene que ver directamente con la justicia social.

Hay que rescatar la propuesta Keynesiana de una mayor intervención del estado que garantice desde unas políticas fiscales, los derechos fundamentales y los servicios sociales que necesiten la ciudadanía (Carbonell Sebarroja), de manera que el estado del bienestar sea un derecho de todos, que favorezca un crecimiento justo y no relegue a un último lugar a la población menos favorecida por las economías y origen, jugando la escuela un papel fundamental que el modelo social-demócrata no puede olvidar, haciéndose necesaria la intervención del estado en sus políticas educativas compensatorias y equilibradoras de las desventajas sociales existentes.

Dice Tadeu da Silva que “las ideas de progreso constante a través de la razón y de la ciencia, de creencia en las potencialidades del desarrollo de un sujeto autónomo y libre, de universalismo, de emancipación del espacio público a través de la ciudadanía, de la progresiva desaparición de privilegios hereditarios, de la movilidad social, la escuela está en el centro de los ideales de justicia social, igualdad y distributividad del proyecto moderno de sociedad y política”, por lo que la escuela a de ser instrumento fundamental de las sociedades democráticas para el afianzamiento de los valores democráticos y de justicia social, donde se creen conciencias vigilantes y críticas, capaces no ya de reproducir las realidades sociales, sino de mejorarlas y construir modelos de convivencia y de participación más justos e inclusivos de todos los sectores de la sociedad.

Para todo esto, hay que lograr dar una alfabetización crítica que dé lugar a una capacitación a los ciudadanos para comprender la realidad en la que viven y actúan, buscando una mayor participación dentro de la comunidad, donde los centros se convierten en espacios de lucha contra las desigualdades y discriminación social (Apple), contra los que la escuela a de ser transformadora e integradora de las diferentes realidades sociales, para dar una igualdad de oportunidades a todos, sea cual fuere la procedencia o desventajas de partida, asegurando así una sociedad de valores democráticos e impulsando de esta manera una calidad que al parecer estaba perdida y solo el mundo empresarial podía restituir.

1.4 Calidad Educativa Vs. Educación para la Calidad
Como ya hemos visto, nos encontramos ante dos concepciones del mundo. Por una parte, hemos podido ver como el modelo neoliberal ofrece una perspectiva privatizadora del mundo educativo a nivel de gestión con la financiación de dinero público, donde la libre elección se convertiría finalmente en reagrupamientos de alumnos y sectores sociales, dependiendo de las capacidades y de las desventajas de origen. Este modelo impulsa una noción empresarial del mundo educativo a través de una “calidad Total” importada de las empresas, para una gestión eficiente y que reporte beneficios, a la vez que sea una educación para la calidad, en la que la escuela se presente como una herramienta de ayuda y servicio al mercado laboral y a las necesidades que ésta tenga. En resumen, una escuela al servicio de las garras de las economías y del mundo empresarial en constante cambio.

Frente a este modelo, nos encontramos como ya hemos visto, ante un modelo social-demócrata, asentado en la filosofía de un estado del bienestar, donde las necesidades sociales son tema central y en la que la escuela es fundamental para paliar las desventajas de origen e instrumento de transformación y mejora de las sociedades democráticas. Sin embargo, este modelo también está fuertemente influenciado por las políticas neoliberales, debido al efecto de la globalización y de la economía globalizada, donde tienen que responder tanto a la problemática laboral como a los planteamientos de libre elección ya no solo en el mercado de trabajo, sino en las políticas sociales, llegando hasta la escuela pública.

Tal como apunta Fernández Sierra, “Igualdad no es tratar de la misma manera a los que parten de situaciones distintas”, y consecuentemente “la evaluación debe concebir al alumno como una persona en toda su globalidad y las decisiones deben considerar siempre este principio” (Martínez Rodríguez). Así pues, deberemos de apuntar dentro un modelo democrático hacia una igualdad y calidad al servicio de la educación y no al revés, sabiendo que el hablar de igualdad lleva implícito pensar en actuaciones y ayudas de compensación, de nivelación, de esfuerzo extra a favor de los más débiles y más necesitados, sin olvidar que en “la definición de aprendizajes comunes que se ha institucionalizado en el currículo académico, su lenguaje y sus prácticas de aprendizaje y evaluación, se traduce en una exclusión general de los alumnos de clase trabajadora del mundo del aprendizaje superior y de los recursos a los que da acceso” (Connell). Por ello habrá que estar vigilantes ante las desventajas de origen y de los más desfavorecidos, teniendo en cuenta toda su globalidad y la función de la escuela, que en ningún caso debe ser servidora del mundo empresarial, y mucho menos rendir tributo a los valores neoliberales que tan fuertemente están introduciéndose en el mundo educativo y en las sociedades posmodernas.

Para equilibrar la balanza entre los mas desfavorecidos y los que parten en condiciones óptimas dentro de la escuela, deberíamos atenernos a los tres principios de la justicia curricular de los que parte Connell, por los que la escuela por una parte debe de cuidar por “los intereses de los menos favorecidos”, para lo cual la justicia requiere un currículo contra-hegemónico, diseñado para materializar los intereses y las perspectivas de los menos favorecidos. Por otra parte es necesario la “participación y escolarización común”, donde haya un criterio que apunte hacia prácticas de aprendizaje no jerarquizadas y de cooperación, basadas en el currículo común y currículo inclusivo. Y por último, estaría “la producción histórica de la igualdad”, donde los efectos sociales del currículo deben analizarse como la producción histórica de más igualdad a lo largo del tiempo, suscitándose un conflicto entre el criterio de la ciudadanía participativa, que exige un currículum común, y el criterio de servir a los intereses de los menos favorecidos.

No hay que olvidar, tal como indica Touraine, que la democracia solo es posible si cada cual reconoce en el otro, como en sí mismo, una combinación de universalismo y de particularismo, donde en una cultura democrática se establece un debate entre elementos que no pueden prescindir unos de otros, por lo que la calidad educativa debe de girar entorno a una mayor justicia social y hacia un modelo liberador de la educación y la escuela, donde siguiendo palabras de Touraine, la clave de la diversidad está en el reconocimiento del otro, lo cual supone buscar formas alternativas de convivencia común bajo pretensiones de validez en lugar de hacerlo a partir de posiciones de poder.

Dentro de un modelo liberador del currículum, Paulo Freire es una referencia imprescindible si queremos entender toda la opresión de los más desfavorecidos y plantear la transformación en clave de una educación crítica y libertadora de mentes. Para Freire, si queremos transformar primero debemos de reflexionar, dado que “solo los seres que pueden reflexionar, acerca del hecho de que están determinados, son capaces de liberarse, su reflexión no conduce únicamente a una conciencia vaga y no comprometida, sino al despliegue de una acción profundamente transformadora sobre la realidad determinante. La “conciencia de” y la “acción de” la realidad, son, por tanto, constituyentes inseparables del acto transformador mediante el cual los hombres se convierten en seres de reflexión” (Freire).

Desde la perspectiva de un curriculum liberador, la escuela ha de favorecer conciencias críticas, donde el proceso de transformación y liberación venga dado en la interacción con el otro y a través del otro.

Desde el planteamiento de una escuela liberadora y de una calidad que nos encamina a la libertad, enfocamos la enseñanza como investigación, donde Lawrence Stenhouse teoriza y sistematiza la concepción de un currículum emancipador que estimule la argumentación del pensamiento escolar y la experimentación docente, todo ello a través de un currículo transformador, el Humanities Currículum Project.

En este, Stenhouse estudiaba los problemas humanos más relevantes, y plasmaba sus ideas entorno al proceso educativo como espacio de intercambio vital y cultural, la enseñanza como investigación y el aprendizaje colaborativo, donde “el maestro es un artista cuyo medio es la transacción interpersonal del saber”, y “el arte de la pedagogía consiste en minimizar la falsificación del saber”, donde el maestro a de ser un investigador y dinamizador de la vida del aula. Según sus propias palabras, “el currículo es un objeto simbólico o significativo, como el folio primero de Shakespeare y no como un cortacésped (...). Tiene una existencia física, pero también un significado encarnado en las palabras, imágenes, sonidos, juegos o cualquier otra cosa”, donde el currículo es una tentativa para comunicar los principios y rasgos esenciales de un propósito educativo, que permanezca abierto a la discusión crítica y pueda ser trasladado a la práctica (Stenhouse).

Siguiendo con el currículum, “la utilidad del currículum en general, radica en su capacidad como marco en el que pensar, para reflexionar conjuntamente, y la posibilidad de establecer un proceso dialéctico de cuestionamiento continuo de nuestros pensamientos y acciones” (Stenhouse), donde la educación debe de generar y transmitir una cultura que sea relevante para la vida de la mayoría.

Así pues, la escuela ha de ser transmisora de conocimientos válidos y desde una óptica crítica, donde reflexionar y reinterpretar el mundo y el lugar que ocupamos dentro de él, donde los conocimientos surjan de la interacción entre los y las estudiantes y los profesores y profesoras, con lo que se produce la apropiación reflexiva y cuestionadora del mundo, a la vez que transformadora de las realidades sociales y de las estructuras que las fomentan.

2. ESTUDIO DE CASO
En el trabajo de investigación que llevé a cabo, trataba sobre el término de “Calidad”, palabra muy utilizada en nuestros días para cualquier tipo de ámbito, sin precisarse bien su significado o atributos. Así pues, “Calidad” referida al contexto educativo y escolar fue el eje central, en torno al cual giraron la justicia social, y el modelo de calidad total dentro de la escuela pública, viendo los diferentes significados del término “calidad”.

La finalidad del estudio era discernir cual es el concepto de calidad que en este centro privado de educación primaria, secundaria y bachillerato se manejaba, para poder ver seguidamente la interrelación que existía entre el modelo conceptual, las prácticas educativas y programas que se aplican y los modelos de calidad que se manejan actualmente, ya sea el de la calidad total desde un modelo neoliberal procedente del mundo empresarial, o desde un modelo social-demócrata, más centrado en valores democráticos y de justicia social. Todo esto, conectado con las creencias del profesorado, la empresa a la que pertenece el colegio y las vivencias dentro del centro.

Para todo esto, tome como referente el grupo de sexto de primaria para realizar un estudio de caso, pero que incluiría luego tanto a profesores, comité directivo y personal no docente, tratando de encontrar una respuesta integradora de todos al tema de la calidad.

3. RESULTADOS DEL ESTUDIO DE CASO
Partiendo del ideario y de frases de los ideales del comité directivo tales como la calidad entendida como la capacidad de ser dueño de su futuro y expresiones como metas excelentes tienden a la excelencia, nos evocan una calidad en el que el fin último viene dado por el éxito escolar, excelencia académica encaminada ha la elección de carreras universitarias que supongan un estatus social y económico altos para lo cual se ponen a pie de obra todos los recursos necesarios para conseguir estos fines.

Una calidad entendida como diferenciación de recursos para que una selección de personas que puedan acceder a una formación que ofrezca dichos recursos nos sitúa en un modelo neoliberal de la educación, donde la democracia se plantea en términos de economía y el fracaso como una responsabilidad personal y no de las desventajas de origen o contexto, desarrollándose aquí una noción de escuela como bien de consumo y de jerarquización del establecimiento que vende el producto, tal como es el caso que aquí nos atañe, convirtiéndose el usuario en cliente que vende un bien, en este caso la excelencia académica y el éxito escolar como reclamo de los sectores económicos que pueden permitirse ser clientes de este establecimiento en el que nos situamos.

La calidad dentro del profesorado es sinónimo de resultados y éxito escolar, como consecuencia de esto, cuanto mayor sea el índice de aprobados y mejores las notas, mayor será la calidad educativa del centro y mayor, a su vez, la satisfacción personal de los padres y del alumnado, que verán recompensados el desembolso económico hecho para tal fin.

La calidad finalmente se reduce a un producto cuantificable, en el que el maestro debe acometer un trabajo técnico de transmisión y eficiencia, sin entrar en el terreno de la creatividad ni pensar demasiado en cambios o propuestas de mejora, dado que existen personas dentro de la empresa dedicadas a tal fin, por lo que el trabajo pierde todo sentido de innovación y creatividad para dar lugar a un proyecto impuesto desde arriba y capaz de ofrecer la panacea de la calidad medida en términos de resultados académicos que se haya descontextualizada de la realidad del alumnado y del profesorado, pero que persigue la excelencia académica en primer lugar, y educativa siempre que sea posible.

La calidad desde el enfoque de los padres viene determinada por el mundo laboral y económico, lo cual viene precedido desde el punto de vista de los padres por una formación académica de excelencia, donde los resultados académicos sean óptimos y donde el colegio organiza todos sus recursos y esfuerzos hacia el éxito escolar.

Los alumnos tienen un concepto de calidad adquirido en el seno familiar y proveniente del mundo laboral y económico en el que vivimos, por el cual la calidad depende de la fama que tenga el colegio, los equipamientos la gente que asiste al mismo y el horario escolar.

La Calidad Total desde el centro estudiado tiene una clara visión de la satisfacción de los clientes como filosofía de trabajo, sin perder de vista que los clientes son unas determinadas personas que reúnen los requisitos necesarios, en este caso los de un poder adquisitivo alto y unas altas expectativas para el futuro de su hijo encaminadas a ocupar puestos importante dentro del mundo laboral y social.

4. CONCLUSIONES
Llegados ya a la recta final de este trabajo, se hace imprescindible recoger nuevamente la idea de una escuela preocupada y hacedora de justicia social como lugar en el que se socializa el futuro de las sociedades, por lo que según el tipo de educación que reciban, estaremos poniendo las primeras piedras del tipo de sociedad por venir.

La escuela por la que aquí se apuesta, es una escuela democrática, capaz de asegurar la igualdad de oportunidades y de dar pie a un sistema más justo, para lo cual la escuela se sitúa en el centro mismo de una educación encaminada hacia una calidad que determinará las demás calidades en la sociedad.

Partimos, tal como diría Freire, de que la educación no es un hecho aislado e impermeabilizado a lo que pasa fuera de la escuela, s ni todo lo contrario, es un reflejo de la sociedad que puede ser mejorado, por lo que no existe una educación neutra por muy apartado de los problemas sociales que se esté, dado que la misma visión del mundo de cada cual da lugar a que exista un compromiso ideológico, aunque éste no se reconozca como tal, debido a que el educador es también un elemento de la sociedad, que no permanece impasible ante lo que en ella ocurre.

La escuela a de ser un espacio para la integración y la inclusión de las desventajas de origen, pero no para su reproducción o, incluso en como en muchas ocasiones ocurre, para agudizar dichas desventajas, sino más bien para todo lo contrario. La escuela, a través de políticas educativas compensatorias y equilibradoras de las desventajas sociales, debe ser una respuesta a las demandas sociales y a los ideales de mejora de los sistemas sociales y democráticos, no situándose como segundo plato ante la sociedad, sino que a de ser el mejor plato, pues la escuela debe ser la mejor herramienta de cambio y mejora de una sociedad, y no crear escuelas donde la asistencia sea una obligación por no poder optar a otro tipo de escuela como la privada, para poder recibir una educación de “calidad”, dado que una calidad real a de ser una calidad para todos, siendo en este punto donde la justicia social y educativa cobran vida.

La escuela debe preparar ciudadanos conscientes de su papel dentro de una sociedad. Ciudadanos libres críticos, capaces de optar por ideales de sociedades más justas y un futuro más equitativo y de igualdad, para lo cual la escuela a de convertirse en un mecanismo integrador y de calidad, pero no de una calidad enfocada a los resultados, si no de una calidad enfocada a la persona y a una sociedad más justa.

Así pues, solo podemos concebir una calidad para y por la educación, y nunca una educación enfocada para la calidad, una calidad de productos para un mundo laboral y socioeconómico basada en un modelo neoliberal donde todo vale a pesar de todo y por encima de todo.

La calidad a la que aquí nos referimos, es una calidad para y por la educación, donde la condición imprescindible para que sea realmente de calidad es que a ella puedan tener acceso todas las personas, independientemente de su origen social o zona geográfica, de lo contrario ya no podría ser una calidad tal y como aquí la entendemos.

La idea de calidad, es una calidad que se pone al servicio de la educación para formar ciudadanos libres, críticos, reflexivos y participativos, capaces de crear sociedades más integradoras y democráticas, donde las diferencias no sean un elemento excluyente de las posibilidades a las que todos debemos tener derecho de acceso, pero un derecho real y no únicamente circunscrito a papel.

La calidad deber de ser una calidad contextualizada en cada centro educativo y consensuada por todos, lo cual significa pensar en qué tipo de sociedad queremos y perseguir ese fin como trabajo común de todos, lo cual dista mucho de una calidad total centrada en homogeneizar la calidad y excluir los elementos que no reúnan las características necesarias para formar parte de esa “calidad”.

La calidad dentro un sistema educativo obligatorio debe de ser sinónimo de formación de personas para la sociedad y nunca de futuros trabajadores para un sistema de libre mercado y de globalización económica, para lo cual debemos de tomar como indicadores de calidad aquellos que se sitúen en la línea de flotación de la justicia social y de la formación de ciudadanos.

Hemos hecho un recorrido en este trabajo de investigación a través de neoliberalismo y del modelo socialdemócrata, para poder finalmente posicionarnos en un modelo liberador que nos conduzca hacia una ciudadanía libre. Para llegar a esa ciudadanía libre hemos de pasar antes, tal como indica Touraine, por una democracia que signifique reconocer en el otro, como en si mismo, una combinación de universalismo y, al mismo tiempo, de particularismo, situando por tanto la clave de la diversidad en el reconocimiento del otro como parte integrante de la realidad de uno mismo, donde se impone una noción de justicia social indisoluble.

Apuntando en la misma línea que Freire, si realmente queremos poder transformar una realidad para hacerla mejor, debemos de partir de su comprensión para luego reflexionar a cerca de ello, lo cual puede llevarse a cabo por ejemplo con proyectos tales como el Humanities Currículum Project, donde Stenhouse propone un currículum emancipador que estimule la argumentación del pensamiento escolar, por lo que existen propuestas para llevar todo esto a cabo.

Como colofón a todo lo anteriormente dicho, y a nivel de síntesis de la idea aquí expuesta, la escuela debe generar y crear conocimientos válidos para la vida y la sociedad en la que están inmersos, desde los cuales se pueda reflexionar y reinterpretar el mundo, un conocimiento compartido y que nos lleve a la comprensión de las realidades sociales en las que vivimos para poder así transformarla y dejar un legado mejor para el futuro.

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