viernes, marzo 03, 2006

Educación democrática para enfrentar a la educación neoliberal

En esta página les presento una reseña de un artículo de Edgar Isch Lopez, ex Ministro de Ambiente de Ecuador, representando a la Unión Nacional de Educadores, el artículo completo lo pueden encontrar en
http://firgoa.usc.es/drupal/node/12261 http://www.fmmeducacion.com.ar/Sisteduc/Criticas/generalesischlopez.htm
Educación democrática para enfrentar a la educación neoliberal
La educación refleja inevitablemente las contradicciones de su época y las presiones que sobre ella pueden ejercer los poderosos. En Latinoamérica, de hecho esta relación ha plantado cambios que han pasado desde el laicismo en la enseñanza como requisito cambiar la forma de producción e implantar la capitalista, pasando por la promoción de la metodología llamada “tecnología educativa”, en momentos en los que se impulsaba la política desarrollista; la generación de carreras técnicas de corta duración, para lograr la “suplantación de importaciones”; más tarde la incorporación de técnicas de planificación estratégica; hasta llegar, desde la segunda mitad de la década de los años 80, al impulso de una postura neoliberal.
Frente a la destrucción de los regímenes llamado “socialismo real”, todos los medios de los sectores dominantes, dentro y fuera de nuestras fronteras, fueron usados para convencer a los pueblos de que “la historia llegó a su fin”, que “vivimos una aldea global” y que llegaba el tiempo de un “nuevo orden mundial” globalizado, de paz y desarrollo. Todos los instrumentos del Estado capitalista y del imperialismo se sumaron para convencer al mundo de que los anhelos de mejores condiciones de vida eran solo utopías irrealizables, que las medidas neoliberales eran las únicas posibles y que la técnica estaba al margen de la política, con lo que se daba patente de corso y careta científica a los paquetazos y toda clase de medidas para quitar a los pobres y entregar a los ricos una porción cada vez más grande de riqueza social. El peso de tal ofensiva ideológica llevó efectivamente a debilitar las posiciones democráticas y de avanzada en la mayoría de países y a permitir una rápida aplicación de los dogmas neoliberales. Pero la verdad, es que ese “nuevo orden” no era más que una nueva careta para una vieja dominación.
Veamos, en una síntesis muy general, los ofrecimientos neoliberales y sus resultados reales:
· En primer lugar, los neoliberales plantearon que su esquema generaba crecimiento de la economía del mundo. Más allá de éxitos momentáneos en ciertos países que nos fueron puestos como vitrinas del camino a seguir y que fueron despedazándose, unas tras otras, las tasas promedio de crecimiento del producto, de la inversión, de la productividad del trabajo y de los salarios reales a partir de 1973 se encuentran entre un tercio y la mitad por debajo de los valores obtenidos durante el apogeo del keynesianismo (años 40-70)
· Lógicamente, hay diferencias claras pues la brecha entre ricos y pobres tiene un crecimiento continuo, tanto a escala mundial como al interior de cada país. La brecha entre ricos y pobres ha crecido en 250% desde 1960.
· El neoliberalismo tampoco logró resolver el tema de la vulnerabilidad financiera de las principales economías del mundo. Esa fue la manifestación de la crisis en los llamados Tigres Asiáticos, en Japón, Rusia, México, Brasil, entre otras. Desde el segundo semestre del 2000 la crisis ha golpeado con fuerza a Estados Unidos que se encaminó rápidamente a una depresión económica que solo se sostenía gracias al consumo a crédito de la población, consumo que seguramente se reducirá tras los atentados contra el Pentágono y las Torres Gemelas, dificultando mucho más cualquier posibilidad de recuperación.
· Al contrario de lo ofrecido por los neoliberales, el carácter mayoritariamente especulativo de los capitales crea mayor inestabilidad. Los capitales salen tan fácilmente como entran y dejan desmanteladas economías de países enteros, en los que su población nunca recibió beneficios de la inversión extranjera. Ejemplos de lo dicho fueron las crisis en los que fueron temporalmente llamados “tigres” asiáticos y en México.
· El problema del desempleo, es hoy una verdadera plaga que afecta a las economías industrializadas y a las de su periferia por igual. La flexibilización laboral, los trabajos parciales o precarios, la inestabilidad laboral careciendo de seguridad social y de las prestaciones asistenciales logradas por los trabajadores años atrás, son muestra de la brutalidad con la que el neoliberalismo atacó a los trabajadores.
· El neoliberalismo ha creado una capa de millones de seres “excluidos” de los bienes sociales. Este término tuvo que crearse para identificar a millones que no eran tan solo “marginales” que podían en algún momento incorporarse a los pocos beneficios del desarrollo que se repartían, sino que pasaban a ser considerados por los grandes capitalistas como “seres de desecho”, término también propio de esta época.
· Las guerras son hoy más numerosas, más sanguinarias y terribles que antes de la caída del muro de Berlín. El Nuevo Orden de Paz que ofrecieron, se baña de sangre a cada hora. En nuestros días, nada, ni los actos terroristas rechazados por todos el 11 de septiembre, pueden justificar una guerra contra el pueblo afgano, que solo se convierte en un genocidio producto de acciones realizadas al margen de toda legislación internacional y de los más elementales valores humanos.
Así las cosas, el neoliberalismo ha obtenido un solo logro: garantizar la mayor acumulación de la riqueza en pocas manos que haya visto la humanidad. Basta ver como la riqueza de los 10 hombres más millonarios del mundo, supera con creces a la producción de más de 80 países del mundo. Entonces, el neoliberalismo ha sido exitoso para fortalecer el poder económico de unos pocos y ampliar las penalidades de los trabajadores, pero desastroso desde la perspectiva de las mayorías explotadas y empobrecidas.

El neoliberalismo y la educación
El neoliberalismo, se refleja también en una propuesta educativa que se ha ido conformando paulatinamente pero que alcanzó rasgos claros e integrales. De hecho, las propuestas neoliberales parten de la equiparación de la educación con el mercado, el mismo que es ubicado como una deidad que todo lo puede, todo lo resuelve y es lo único que debe quedar en libertad. Esta idolatría del mercado, como la llamaran destacados promotores de la Teología de la Liberación, ordenaría los valores morales del neoliberalismo, y por tanto también las metas formativas ha ser impulsadas en la educación. Bajo la mitificación de la libertad de empresa y del libre mercado, duermen los sueños de millones de indigentes.
Si la educación de los pueblos históricamente ha cumplido los roles de socializadora (reproductora de cultura e ideología) y de formadora de los recursos humanos para el área productiva, hoy en gran medida queda restringida a cumplir con la primera de estas funciones, es decir, la de carácter ideológico, y renuncia a la segunda, pues el crecimiento del desempleo y del sector de “excluidos” demuestra la incapacidad del sistema para incorporarlos al empleo. Por ello, desde la educación refuerzan la diferenciación social por diversos mecanismos, tales como:
· La llamada “educación para la supervivencia” (a eso reducen el derecho a la vida en condiciones dignas), como estrategia dirigida a los más pobres, a los que de por sí niegan toda posibilidad de ascenso social, y se les ofrece tan solo conocimientos para leer, realizar operaciones aritméticas básicas y cómo disponer de la basura, responsabilizándolos además por la contaminación ambiental.
· La devaluación de los títulos académicos de los establecimientos y universidades públicas, para lo cual el recorte de los presupuestos es una necesidad del modelo. La reducción de presupuestos para la educación pública, la desatención a la misma, son también condiciones deseadas por los impulsores del neoliberalismo, porque, como decíamos antes, ante todo quieren a la educación como aparato ideológico del Estado y a los educadores como transmisores de los mensajes que convienen a los oligarcas.
· La privatización educativa, como mecanismo de exclusión de los más pobres y de definición un tipo de educación para cada clase social (calidad de educación según la capacidad de pago), a veces sosteniendo que una educación para “los más aptos” (económicamente se entiende) creará “analistas simbólicos” y otra educación, dará como resultado a la masa de trabajadores de servicios y operadores manuales.
· Junto a ello va la concepción neoliberal de la educación como una mercancía y ya no como un derecho humano. Así, la eficiencia financiera es un objetivo superior, los niños se convierten en materia prima al ingresar y en producto al salir, los números son el único mecanismo de evaluar la calidad, los padres de familia son llamados clientes y los directores pasan a ser gerentes, porque la escuela dejó de ser un ámbito de relación y vivencia humana por excelencia para convertirse en una empresa que brinda un servicio. La lógica del mercado, si la asumimos como propia o si la toleramos, lleva al absurdo el proceso educativo y la labor docente.
· El esquema incluye modificaciones en el trabajo docente. La flexibilización y las líneas para dividir y destruir los sindicatos docentes son una constante. Son muchos los casos en los que la descentralización educativa entendida como lo hacen los neoliberales, no es mas que un mecanismo buscado para destruir a los sindicatos, el cual es su objetivo principal. Descentralización que, en la mayoría de los casos, no ha significado nada más que ampliar las escalas burocráticas mientras se evalúa a los docentes en su “producto”, con un ánimo persecutor, colocando a los padres de familia como patronos y quitando a maestros y maestras su estabilidad.
La base de este esquema sería un acuerdo equivalente al Consenso de Washington establecido por los neoliberales, el que se repite como discurso y como práctica a través de las directrices del Banco Mundial y otras instituciones financieras (FMI, BID, AID, etc.). Al respecto, es interesante notar como en el período neoliberal, las instituciones financieras, bancos y afines, reemplaza a instancias como UNESCO en la definición de los parámetros educativos, reflejando así la total subordinación de los sistemas educativos ante propuestas de desarrollo más amplias y que, como hemos visto y sentido, solo traen dolor para los pueblos.
La educación vista desde el pueblo: un derecho opuesto a la propuesta neoliberal.
Cuando ubicamos los resultados del neoliberalismo, de hecho estamos haciendo una crítica a esta corriente. Pero aquí hay que tener presente que la crítica nos puede llevar a propuestas de transformación educativa, e incluso económico-social, que se queden en proponer un cambio del “modelo”. El neoliberalismo, no es un sistema social, sino que es el instrumento por el cual la clase dominante de un sistema social, el capitalismo, enfrentó su crisis general. Por tanto, combatir tan solo al neoliberalismo es permitir que la raíz de los males permanezca e irse por las ramas. La crítica al neoliberalismo, para ser profunda, no puede buscar una careta diferente para el mismo sistema económico en el que desarrollamos nuestra labor educativa, se llame esta keynesianismo, neokeynesianismo, “tercera vía” o como se quiera. No se trata de un “cambio de modelo” que solo nos llevaría a repetir el viejo sonseonete de “cambiar algo para que todo siga igual”.
A nuestro entender, empujar una crítica al neoliberalismo y su expresión en educación, debe estar ligada a una posición ideológica, política y organizativa alternativa al sistema, que no sea funcional al mismo. Por eso, para empezar, creemos que la calidad de la educación no es un tema de evaluación sobre los resultados individuales medibles en si el estudiante accede o no a un puesto de trabajo, es o no lo que el empresario deseaba, está listo para moldearse a un mundo de injusticia o se lo considera desadaptado porque demanda justicia social. Esa es la perspectiva de los neoliberales que juzgan la eficacia educativa en función a si ésta responde o no a las necesidades del mercado.
Muy al contrario, planteamos que para los sectores democráticos y populares, la calidad de la educación debe ser entendida en cuanto ésta contribuye a una transformación social, a generar ese mundo que anhelan los pueblos, en los que la libertad y la justicia, el bienestar y el progreso, se repartan entre todos. Esta es una perspectiva histórica y social de la calidad de la educación que supera el inmediatismo e individualismo de la perspectiva neoliberal. Con ella abrimos el debate sobre el para que de la educación y tomamos una opción entre la respuesta de que ésta sirve para alimentar la empresa que requiere de esos trabajadores, o la respuesta de que la educación tiene una misión trascendente para transformar el mundo. No hace falta decir que es esta segunda respuesta la que consideramos justa.
La educación tiene que responder a las necesidades de desarrollo de la sociedad en su conjunto, un desarrollo concebido como un cambio sustancial que modifique las instancias sociales y políticas y que siente las bases para una sociedad nueva, verdaderamente democrática, participativa, con una equitativa distribución de la riqueza, donde haya trabajo para todos, en la cual los derechos a la salud, educación, vivienda, sean una realidad.
En esta perspectiva, la calidad educativa dejará de tener como base los requerimientos de los empresarios y pasará a tener como base los requerimientos de la sociedad. Este es el primer y fundamental paso para hablar de una educación democrática.
Significa esto que a los pueblos, a los maestros y maestras, a padres y madres de familia, a los estudiantes, nos corresponde ir delineando ese norte, porque según sea la sociedad que nos proponemos construir, deberemos decir que educación es la que requerimos y, también, cual es el docente que esa educación demanda.

Para una educación democrática: vencer la matriz ideológica neoliberal.
El segundo paso pero simultáneo con el anterior para hablar de una educación democrática, se presenta en el campo de las ideas. Los cambios propuestos y aplicados por los neoliberales en la educación, tienen lógicamente un sustento ideológico, que los justifica. El neoliberalismo ha reemplazado la idea de igualdad de oportunidades, con el lenguaje de la eficiencia y los costos; los principios, por el pragmatismo; el derecho a la educación, con el elitismo. La educación es concebida como una empresa de producción, como una mercancía que debe servir a un dudoso desarrollo.
La educación vista como empresa de producción, destaca la productividad cuantitativa, la relación costo-egreso y la eficiencia económica. El lenguaje empleado deja ver como se deja de lado el carácter humano de la educación. Los padres, ahora son “clientes”; los niños dejaron de serlo para convertirse en “materia prima” sobre la que el maestro trabajo como “trabajador de la educación” para obtener al final “un producto” de la “empresa educativa”. Los “insumos” educativos, la “calidad total” son, entre otras expresiones, afirmaciones de un criterio sobre el que se basará su propuesta de “gerencia” educativa, “competencia”, “flexibilización laboral”, entre otras.
Retornando a las bases ideológicas, diremos que estas son el individualismo a ultranza (posmoderno dirán algunos), y el pragmatismo que propicia el renunciamiento a una actitud ética, a una defensa de una concepción de vida, y también que impide un acercamiento científico a la realidad. Esta renuncia a asumir principios de vida, de hecho significa adoptar el punto de vista impuesto para las esferas de poder, articulando muchas veces de modo inconsciente con principios y fines educativos igualmente impuestos.
Una educación democrática y alternativa, debe promover en los alumnos y en la comunidad educativa en general una perspectiva de vida solidaria, comprometida y libre de perjuicios. Por ello es que una educación que verdaderamente se oriente a socializar valores humanos, es una educación que va contra la corriente neoliberal. Y esa promoción no puede hacerse por medio de discursos y sermones, sino por la vivencia de esos valores en el interior del plantel educativo, lo que demanda que ajustemos desde el trato interpersonal, la distribución de pupitres, hasta los contenidos de las asignaturas a un propósito común y socialmente válido.
El punto de partida y donde se concretan estos valores, está en los Derechos Humanos y la Convención sobre los Derechos del Niño, comprendiendo que los derechos colectivos (de tercera generación) y los derechos económico sociales (de segunda generación), están por encima de los derechos individuales y aun más de la tergiversación al derecho a la propiedad que la burguesía lo presenta como derecho a la propiedad que les permite a ellos explotar y por tanto expropiar la propiedad de todos los demás.
Vivir los derechos significa, entre otras cosas, generar una participación auténtica de todos los componentes de la comunidad educativa, respetar las diversidades, luchar por la equidad de género, abrir espacio para el debate y la libre expresión de alumnos y padres, fomentar la libre organización de los integrantes de la comunidad educativa, comprometerse con los temas sociales y la protección del ambiente, desarrollar la cultura nacional, combatir el sometimiento extranjero, denunciar la injusticia y plantear las salidas a los problemas populares.
La misma educación debe ser vista como un derecho que es consustancial al ser humano y que no puede someterse a las reglas del mercado, ni tratarse como una mercancía. En suma, una educación democrática no es posible si nuestra base filosófica, si nuestras concepciones ideológicas no rompen con las impuestas desde el poder.
Para una educación democrática: universalización y calidad educativa para todos.
Los neoliberales, como hemos dicho, plantean falsamente que la ampliación de la cobertura educativa trajo consigo la caída en la calidad de la educación. La crisis educativa no se encuentra allí, o sino bastaría preguntarse porque el mismo Banco Mundial reconoce que la educación cubana es la mejor, de lejos, de las demás en latinoamérica. Y Cuba garantiza esa educación de calidad para todos, entre otras causas porque no ha seguido las recetas del Banco Mundial y del FMI, organismos a los que ni siquiera pertenece.
La crisis educativa realmente es parte de la crisis general del sistema, de allí que se la viva también en los países capitalistas desarrollados. Por tanto tiene otras causas que las conocemos bien y condiciones agravantes que han sido acrecentadas por la aplicación del neoliberalismo.
El argumento de los neoliberales sobre lo negativo de la cobertura educativa a la que llaman “masificación”, está creado para justificar la existencia de distintos tipos de educación, según sea la “capacidad de compra” del “cliente” que solicita esa mercancía llamada servicio educativo. Para ello, intencionalmente reducen los presupuestos para la educación pública, desmerecen la labor de los maestros y plantean cambios que significan la destrucción de sus derechos, al modo de la flexibilización laboral que sufren los obreros fabriles. Así, atacan la estabilidad docentes, proponen contratos anuales, ubican a los padres de familia como patrones, buscan desarmar los sindicatos de maestros, excluyen a los maestros de la seguridad social, eliminan subsidios de antigüedad. Y todo a nombre de una mejor educación que nunca llega.
Al tratar este tema, entramos en el campo de batalla por el presupuesto educativo. Varios organismos internacionales sostienen que como mínimo, un país que desee desarrollarse habrá de entregar al menos 6% de su producto interno bruto a la educación. Incluso el Banco Mundial reconoce que: “... Comparada con otras inversiones, el rendimiento social de la educación es el más elevado,... Cuatro años de escuela primaria pueden conducir a un aumento de la productividad agrícola del 8 al 10%...” Sin embargo, los gobiernos latinoamericanos han priorizado el pago de la deuda externa, a extremos de asfixiar a la educación.
· Una educación democrática, no puede concebirse sino es para todos. Y no puede ser tal, sino no es de calidad para todos. Entonces, complementemos el significado de la calidad, porque desde la perspectiva de lo que ese niño, niña o adolescente deben alcanzar tras el paso por las instituciones educativas, esta: el aprender a ser, el aprender a hacer, el aprender a aprender, el aprender a convivir con los demás con el compromiso de transformar la sociedad.
Para una educación democrática: romper las relaciones tradicionales de poder en la escuela.
La verticalidad e inequidad en las relaciones sociales genera una ideología autoritaria, la misma que se expresa también en las instituciones educativas. El autoritarismo se forma a partir de innumerables condicionamientos:
· En la familia, con el dominio paterno y el machismo.
· En la iglesia, con la estructura jerárquica y la imposibilidad de discutir los dogmas.
· En el trabajo, con la concentración de toma de decisiones y una dominación de roles.
· En el gobierno, en la sociedad, se da igual concentración de decisiones. Aquí está también el sistema educativo y los límites legales a lo que las escuelas pueden hacer.
· En la escuela, casi puede decirse que los alumnos carecen de derechos. En la escuela autoritaria se le otorga casi como única función el someterse a las decisiones de los adultos con el pretexto de que ellos saben lo que necesitan y desean los educandos. Disciplina significa: quietud, silencio, obediencia, sometimiento a la voz de la autoridad que, supuestamente sabe lo que es bueno para los niños y adolescentes. “Nuestras acciones en contraposición a nuestras palabras parecen decirle al niño: ”tus experiencias, preocupaciones, curiosidades, necesidades, lo que sabes, deseas, te preguntas, esperas, temes, te gusta o disgusta, para lo que sirves y para lo que no, todo esto no tiene la más mínima importancia, no cuenta para nada. Lo que importa aquí, lo único que importa es lo que nosotros sabemos, lo que consideramos importante, lo que queremos que hagas, pienses y seas”...”
Todo ello tiene graves consecuencias “El estudiante... se convierte así en un ser para el maestro y no para su desarrollo personal”.
El desarrollo de unas vías libres y democráticas de existencia, consiste esencialmente en renunciar a la utilización autoritaria del poder y en proporcionar alternativas viables. Es éste un problema al que deben enfrentarse todas las instituciones o individuos dedicados a la enseñanza.
Como ya dijimos, las normas y rutinas rigurosas son uno de los alimentos del autoritarismo. En clase, una vez establecidas la rutinas que permiten al profesor controlar el espacio y el tiempo a su alrededor, el contenido o la calidad de lo que estamos haciendo dejan de tener importancia. El desarrollo democrático de las normas de convivencia en el aula, es fundamental para el cultivo de la criticidad y una disciplina consiente. De lo que se trata realmente es de trabajar la autoridad sin autoritarismo, un liderazgo democrático. Una buena costumbre que deberíamos desarrollar los educadores es preguntarnos el “por qué” de todas las reglas y conflictos que se puedan presentar en clases. Vale recordad que Paulo Freire solía decir que la disciplina es el equilibrio entre la autoridad y la libertad.
“Lo mejor que puede hacer la escuela es ser un lugar en el que los jóvenes tengan la posibilidad de llegar a conocer, con sus fuerzas y debilidades, preparándose para modificar una sociedad que tiene tan pocos sentido. La clase no sólo separa a los jóvenes de la sociedad. Los segrega también entre sí ”.
Todo esto revela que en la escuela se viven varias paradojas:
· Es una institución que tiene el deber de educar (hacer crítico al individuo) y a la vez socializar (transmitir las pautas de comportamiento culturales).
· Es una institución cargada de imposiciones, pero que pretende educar para la participación.
· Es una institución jerárquica que pretende educar para la democracia.
· La participación en la democracia requiere de fuertes cambios para que efectivamente ésta pueda vivirse y lograrse sus niveles superiores, pero la escuela persiste en la tradición.
En la escuela, la finalidad de la participación no es solo organizativa sino educativa, porque la tarea de participar es, en sí misma, enriquecedora. La participación desarrolla la responsabilidad y la capacidad de dialogar, de planificar, de aprender y de trabajar en grupo. La participación es un elemento fundamental de la verdadera democracia. No hablemos de esa “participación” que se desarrolla en la mal llamada autogestión educativa, en la que al padre de familia se le impone participar (así de contradictorio) y se lo hace para descargar en ellos la responsabilidad del financiamiento educativo. Nos referimos a una participación plena, en condiciones de iguales, en los procesos de toma de decisiones, para juntos, padres, alumnos y maestros enfrentar las acciones sociales.

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